Llevaba cerca de cinco días sin comer ni beber la situación
era casi dramática, solo le aguantaban las ganas de conocer el
mundo más allá de la seguridad de su caverna, sus
padres, hermanos, primos, su gente del clan.
Un esfuerzo más,
animo seguro que encontrare el cielo azul, se animaba a cada paso. Se
paro, miro arriba vio un sol tenue arropado por blancas nubes. No
hacia calor la temperatura era agradable. Al doblar una gran piedra
negra y redonda pudo ver una gran masa verde.
Por fin
vegetación, pensó, si hay vegetación entonces
encontraré agua. Sin más pensar se lanzo hacia la mata.
En efecto había encontrado una preciosa mata donde saciar su
hambre, en ella encontró unas deliciosas moras de color blanco
cuyo delicioso sabor le recordaba los fantásticos manjares que
solía confeccionar su madre a diario. Solo le faltaba el
ansiado liquido para ser feliz y poder continuar el periplo.
Decidió mirar detrás de la mata, recordando las
enseñanzas de su padre rodeo la masa verde con gran sigilo y,
por fin, encontró una pequeña charca, parecía
limpia, olvidándose de toda precaución se lanzo a ella.
El agua estaba fresca y abundante, metió la cabeza en la
frescura del liquido y bebió, bebió hasta más no
poder. Decidió quedarse al lado de la charca un tiempo, así
reposar la comida, luego continuaría su andadura.
Fue
entonces cuando un gran chillido le hizo estremecerse, levanto la
vista, el sol se había escondido detrás de una gran
forma amenazadora, era un depredador gigante, su padre le había
contado lo peligrosos que eran, pero nunca los había visto,
estaba delante de uno, podía ver sus ojos desorbitados, de su
boca salia ese chillido ensordecedor, entonces apareció otro
levantando la zarpa, intento correr, pero la gran cantidad de comida
y agua que había tomado le restaron velocidad, vio como una
piedra plana llegaba hacia ella, solo le dio tiempo para llamar a
Dios.
¡¡ Marí !! Deja de gritar y limpia
bien la cocina. Esta plagada de cucarachas.